Coopidrogas AGOSTO 2023 Baja

64 | Agosto 2023 El 27 de abril de 1791, en el vecindario de Charlestown, el más viejo de la ciudad de Boston (Estados Unidos), nació Samuel Finley Breese Morse, en el seno de un linaje brillante, a la sombra del cual parecía que viviría el resto de su vida. Su progenitor fue nada menos que el geógrafo y clérigo protestante de tradición calvinista Jedidiah Morse, cuyos libros de texto se convirtieron en un elemento básico para los estudiantes de Estados Unidos, al punto de valerle el apodo de “padre de la geografía americana”. Precisamente, en razón de su propia reputación en el ambiente científico y cultural de la época, el pastor Morse procuró siempre que Samuel, su primogénito, recibiera la mejor educación posible. Así, los primeros años de formación del pequeño tuvieron lugar en la Phillips Academy de Andover, donde adquirió las bases para ingresar después a la prestigiosa Universidad de Yale, en la que se formó en Filosofía Religiosa, Matemáticas y Veterinaria Equina. El joven Samuel cultivó durante sus estudios universitarios un particular interés por los avances científicos más recientes, lo cual lo condujo rápidamente a experimentar con Fotos: ©2023 SHUTTERSTOCKPHOTOS el pintor que revolucionó las comunicaciones Samuel Morse: “Si la presencia de electricidad puede hacerse visible en cualquier parte del circuito, no veo ninguna razón por la que la inteligencia no se transmita instantáneamente por la electricidad”, explicaba Samuel Morse en su intento de prefigurar una idea simple, pero con potencial suficiente para recrear el más completo y moderno sistema de telégrafo electromagnético. PERSONAJE la electricidad, materia que estudió a profundidad con científicos pioneros como Benjamin Silliman y Jeremiah Day. En ese contexto, el aventajado estudiante aprendió que la interrupción de un circuito producía un fulgor efímero, un fenómeno relativamente simple de la electricidad en el que Morse vio potencial para el desarrollo de un novedoso sistema comunicativo. LAS MUSAS DEL PINTOR Desde sus primeros años como estudiante, Samuel Morse decidió que su vocación verdadera sería el arte y, particularmente, la pintura. En 1810, se graduó en Yale con honores Phi Beta Kappa, una de las más prestigiosas sociedades de honor de Estados Unidos. Luego, con el fin de emprender su carrera como artista, se trasladó durante una temporada a Londres (Inglaterra), en donde estudió Dibujo y se contagió del espíritu artístico de Europa. En el Viejo Continente desarrolló su fascinación por la historia y sus escenas, y los momentos y figuras más trascendentales. Allí encontró una poderosa fuente de inspiración para la elaboración de paisajes y retratos.

RkJQdWJsaXNoZXIy MTE2ODQ5Nw==